¿Eres adicto al estrés sin saberlo?
Estas señales pueden indicarlo,
según un psiquiatra
En nuestra sociedad acelerada, el estrés ha pasado de ser una respuesta puntual a convertirse en una forma de vida. Así lo advierte el psiquiatra Alejandro Martínez, quien recientemente compartió en sus redes sociales algunas señales que podrían indicar que el cuerpo y la mente se han habituado —e incluso vuelto dependientes— de ese estado de tensión constante.
“Pensar demasiado o reaccionar con irritabilidad ante cualquier situación son señales que no debemos ignorar. Pueden ser síntomas de que te has hecho adicto al estrés”, explicó el especialista.
Martínez destaca que muchas personas han normalizado vivir con el cuerpo en alerta, la mente sobreestimulada y una sensación permanente de cansancio. Esta sobrecarga, lejos de ser simplemente “una etapa difícil”, puede transformarse en un modo de funcionamiento que desgasta silenciosamente.
Las cinco señales de alerta
En su publicación, el doctor identificó cinco comportamientos comunes que podrían revelar esta dependencia al estrés:
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Revisar el móvil de forma compulsiva, incluso al realizar otras tareas.
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Tener pensamientos intrusivos y esperar siempre el peor desenlace.
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Sentir opresión en el pecho o dificultad para respirar sin motivo aparente.
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Irritarse con facilidad o pasar el día entero con mal humor.
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Intentar hacer cosas pero sentirse exhausto, como si todo costara un gran esfuerzo.
Estas manifestaciones, aunque sutiles al inicio, pueden acumularse y derivar en trastornos emocionales más serios si no se detectan a tiempo.
El estrés como estilo de vida
Para el especialista, el problema radica en que el ritmo frenético ha sido socialmente glorificado. “Hemos convertido el estar ocupados en sinónimo de éxito. Muchos sienten culpa si intentan descansar, como si parar fuera sinónimo de fracaso”, lamenta.
La ansiedad ya no se manifiesta de forma intensa o puntual, dice Martínez, sino que se ha vuelto “una voz baja pero constante”, que aparece en forma de insomnio, fatiga, irritabilidad o una presión persistente en el pecho.
“Parar no es fallar. Parar es recordar que también mereces respirar”, concluye el psiquiatra, invitando a reflexionar sobre cómo se concilia el bienestar con las exigencias de la vida diaria.