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¿Cambiar o no cambiar?, he aquí el dilema

 

Nicolás Maquiavelo en el Siglo XVI escribió: “Se debe tener en cuenta que no hay nada más difícil de llevar a cabo, ni de éxito más dudoso, ni más peligroso de manejar, que iniciar un nuevo orden de las cosas”. El grado de resistencia al cambio depende de lo que se pretenda cambiar y de la información que se tenga. En realidad lo que se experimenta no es una resistencia al cambio como tal concepto, sino miedo ante la pérdida fáctica o probable.

La vida exige cambios pero ante ellos hay que tener una predisposición positiva, por lo cual, no comprender la necesidad de cambio tanto como no comprender la resistencia a este es algo fundamental para la evolución en cualquier nivel de una organización y de la vida misma. La no comprensión lleva a la frustración y a comportamientos disfuncionales o patológicos socio laborales, que van en contra del individuo y d ela organización o entorno en el  que esté incardinado. El entendimiento, tanto del propio cambio como de la resistencia a este, origina predisposición al proceso de cambio.

El origen de la resistencia al cambio no está en un factor sino en la concurrencia y combinación de una diversidad de ellos como temor a lo que se desconoce, falta de información y formación, factores históricos o sociales, miedo a la pérdida del rol social adquirido, temor a la pérdida de prestigio laboral, temor a los individuos más expertos o al poder; escasa flexibilidad en las organizaciones o en el planteamiento vital del propio individuo, temor a pérdidas económicas y capacidad de solvencia; miedo a vivir situaciones nuevas, baja confianza en la organización de la institución en cuestión. En definitiva es miedo al fracaso.

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