La experiencia pasada incide en las respuestas de los individuos, de los trabajadores, de las personas en general, en las respuestas presentes y en las futuras, por tanto en la planificación de su vida, de su comunidad, de su organización.
El status / status quo hacen referencia a dos dimensiones, la personal y la social. Ante el cambio ambas dimensiones se ven “amenazadas” porque el sujeto tiende siempre a la comodidad, a la seguridad, a la inercia de su vida.
Se produce resistencia a modificar esquemas aceptados en comunidad, en sociedad; resistencia a modificación de valores, estado civil, costumbres y normas.
Cualquier cosa capaz de alterar la inercia produce cambio en los esquemas que se tienen adquiridos y preconcebidos; y que interactúan e interaccionan individuo-sociedad.
En el trabajo, una nueva metodología, una nueva máquina, un nuevo orden en la disposición de los muebles de la oficina, así como una distribución distinta de funciones, necesariamente influyen en las relaciones que se establecen tanto de forma horizontal como vertical en el desempeño laboral.
Hay resortes que deben ser respetados pero no por ello tienen que ser puertas cerradas a las innovaciones y a los cambios, tales como el tiempo de antigüedad, tanto de los puestos de trabajo, lo que habla de la experiencia y valía de los profesionales; como de los modelos que se quieren innovar o cambiar decididamente.
El cambio representa una amenaza para el status quo conquistado, aunque no suponga felicidad para los individuos. En un mundo tan materialista como el que conocemos, algunas cosas se sacrifican en aras de la posición, del prestigio, de la imagen personal, etc. Cuanto más haya invertido una organización o una persona en el sistema actual; o tanto mejor “socialmente” le vaya en el rol en el que vive y participa, mayor resistencia opondrá al cambio, aunque sea a costa de la propia felicidad.