
La tensión que esta circunstancia provoca en nosotros
tiene que ver, entre otras cosas, con el hábito, con la seguridad o inseguridad
que sintamos, con el tipo de auditorio, el deseo de comunicar bien nuestros
planteamientos.
Para algunas profesiones es especialmente difícil
conjugar timidez y poco hábito, por ejemplo,
archiveros y bibliotecarios, por
mucho que estén habituados a tratar con público, lo suyo es trabajar callados
con la documentación y además, de forma individual en gran porcentaje del
tiempo total laboral.
Hablar en público se puede convertir para algunos
individuos en una forma de miedo, pánico escénico, a veces, en un estresor que
puede conducir a la ansiedad. Todo ello es independiente de si el colectivo al
que el orador va a dirigirse es un grupo numeroso o reducido; o si es un
auditorio de caras conocidas o no.

Hay que saber que tanto el mundo académico como el
laboral progresivamente exigen esta capacitación para la comunicación; y
también hay que saber que toda esta sintomatología se puede afrontar. La
terapia de choque y el hábito harán un buen camino, técnicas de relajación y
autohipnosis, la confianza en el dominio de la materia será un factor clave.
Progresivamente se irán viendo cambios y la serenidad se apoderará de la
persona. Es importante que el sujeto se entrene en dominar su aspecto físico, mental
o cognitivo de la ansiedad, es importante practicar la asertividad.