La solidez de un hogar sano es uno de los pilares más fundamentales para forjar una fortaleza psicológica. Por el contrario, un hogar enfermo, cargado de tensiones y toxicidad, nos vuelve más frágiles y propensos a las enfermedades tanto mentales como físicas.
El término "hogar" no se limita a la familia tradicional compuesta por padres, hijos y una mascota. Un hogar es el espacio donde habitamos y compartimos con hermanos, amigos, padres o incluso con una mascota y visitantes ocasionales.
Gritar en el hogar es convertirlo en un infierno. Los gritos son insidiosos. Comienzan como una excepción y, sin darnos cuenta, se convierten en una rutina tóxica.
Puede ser que quien grita repita comportamientos aprendidos, tal vez lo oyó de su madre y a esta le gritaban, ahora el sujeto repite esta conducta inconscientemente. Pero, a veces, parece que lo hace con todas las ganas, con toda la intención.
Gritar puede parecer una simple molestia, pero en realidad es el primer paso hacia la violencia.
Un grito transforma un conflicto común en una situación psicológicamente dañina, se trata de una imposición de poder que distorsiona la verdadera esencia del diálogo. Lo rompe. Quizás el gritador estime que su víctima tiene razón y quiere imponerse a la fuerza, gritando, luego fuerza = violencia. El grito pretende aplastar personas, ideas, lo que sea.