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Acoso y derribo al trabajador en torno a los cuarenta. El acoso versus exclusión laboral.












Acoso y derribo al trabajador en torno a los cuarenta. El acoso versus exclusión laboral.


Acoso Laboral: Desde la Prevención de Riesgos Laborales se puede hacer una gran labor en el mundo de la Archivística

.-Tema: Seguridad e Higiene y Medicina Laboral


Publicado: 15/7/2010 Lecturas: 306 Calif.: 10.00 (1 votos) Apariciones RSS: 8561 Impresiones: 52

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.-mundoarchivistico.com, Santa Fe, 19/09/2010, publicado el Domingo, 18 de Julio de 2010.:

http://www.mundoarchivistico.com/index.php?menu=articulos&accion=ver&id=196
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http://www.mundoarchivistico.com/index.php?menu=articulos



Nos encontramos ahora con otra forma de acoso laboral, esta vez a priori y desde las empresas, tanto públicas como privadas, es el acoso y derribo al trabajador a partir de los cuarenta, todo un golpe decisivo al concepto de Salud y Seguridad Ocupacional y Ambiental.

No hay más que asomarse a la ventana para ver el panorama que tenemos, panorama del que soy testigo en España pero que me consta se hace extensivo a otras partes del mundo.

Quien se sitúa en la otra parte de la mesa, el contratante o el entrevistador, han decidido con soltura convocar procesos de selección en los que, si entra una persona en la cuarentena de su vida, lo más probable, lo más seguro, es que se dé el paseo desde su casa al lugar de la convocatoria en balde. Al parecer el mundo es de los que están en el lustro primero de los treinta, -¡…qué fugaz es la vida…!-, cuando tengas treinta y seis no es que no seas joven, es que directamente van a ir prescindiendo de ti alegremente y no le encontrarás una lógica explicación, simplemente, porque no la tiene.

La gente se olvida de la experiencia, habilidades y conocimientos que ha adquirido un profesional con la trayectoria que da el haberse dedicado toda su vida laboral al ejercicio de su profesión. Y cuando estás en el mejor momento de tu vida, personal y profesional, deciden que ya no es tiempo para ti, que es el turno de otros. ¡¿Pero no parece un poco pronto jubilar fácticamente a una persona en los cuarenta de su vida?! .

Los profesionales que obtuvieron su titulación en el siglo XXI, es decir, año 2000 en adelante, tienen la sartén por el mango, son seleccionados con mayor frecuencia o son ellos mismos los seleccionadores, lo que supone que cargos que tradicionalmente han estado ligados a personal con largo historial profesional han sido ocupados por personas con una experiencia inferior a diez años, y eso en el mejor de los casos. Esta situación, aparte del tremendo desconsuelo que produce, se manifiesta en un índice fortísimo de desempleo en el grupo de edad que toca y supera los cuarenta y que es el que ocupa y engrosa progresivamente las listas de desempleados.

Tantos profesionales con largo y denso historial laboral, en paro, no significan sino que el país no va nada bien, y la situación en este grupo de edad se vuelve delicada no ya en tanto a lo económico, el dinero es importante pero no lo es todo, pero a veces es realmente necesario, no hay más que ver la cantidad de “sin techos” que nos encontramos por la calle, y el índice de mortalidad entre éstos parece ascender cada invierno. ¡¿…No es una pena realmente…¡?, le pregunto, desde aquí, a quienes tienen la oportunidad de remediarlo.

El tema no es sólo económico, también es psicológico, por fuerte y entrenada que pueda estar una persona, por en su sitio que tenga su autoestima, su valor y su coraje, este bocado es muy duro de roer.

Este problema tiene por supuesto una dimensión social, qué crudo es el invierno que vemos desde la ventana de la falta de valores en general, donde una vez que se ha llegado a “la cima” entendida como plenitud de facultades físicas y mentales, a uno le toca quedarse fuera, podríamos bautizar a este sentimiento que se experimenta como el “Síndrome de Moisés”, que una vez condujo con criterio a una fuerte multitud hacia la Tierra Prometida, una vez que demostró todas sus capacidades, se quedó a las puertas de la prometida Tierra Prometida.

En lo profesional se está prescindiendo precisamente de quienes más tienen que aportar a la sociedad. A partir de los cuarenta se es joven, ¡quién dice que no!, pero se tiene una perspectiva, una serenidad, una fuerza, una seguridad, de la que carece una persona que está empezando; sobre todo se tiene muchísimo que aportar, porque se han visto muchas cosas y acudiendo al refranero español que es sabio: “la experiencia es la madre de la ciencia”. Es como si todos los ingredientes con los que nos hemos encontrado en nuestra vida personal y profesional, se hubieran agitado y al final pasasen tamizados en una pasta fina formada solo por lo importante, lo fuerte, lo realmente valioso, madurado y listo para degustar, como un buen salmorejo, como los vinos buenos, como el buen café...

No hay que separar excesivamente lo personal, lo profesional y lo social, es incomprensible que se metan en distintos cajones las facetas de una persona, que es una solamente, grande porque somos mucho más que el cuerpo que se ve, y además libre y soberana; como si la persona fuera un sinfonier, una cómoda, una cajonera, ¡…y no…!, es una persona, con toda su grandeza, nada más y nada menos, lo que se interesa no es una parte de la persona, sino toda ella, y toda ella afecta y se ve afectada por su entorno, por sus circunstancias, por la vida.





Para las familias que dependen de los ingresos de estos profesionales es harto delicada esta situación, desprotección para quienes han aportado casi una vida a sus empleos y empresas. Y qué decir de la persona que se encuentra soltera, de la que “no ha tomado estado”, ¡…esta sí que lo tiene crudo…!, se mantiene con su sueldo, pero resulta que éste ahora no existe. No hay otro sueldo en su casa, es el suyo o ninguno. El tema es realmente importante.

Dentro del campo de las mentalidades que nos ha tocado compartir en estos comienzos del XXI, qué explicación más o menos lógica se nos ocurrirá para dar lectura a semejante panorama. Cómo explicar que los mejores profesionales puedan quedarse fuera, no ya de los mejores puestos de trabajo, sino de casi todos los puestos de trabajo, porque la moda, la tendencia social actual, es prescindir de la persona en torno a los 45. ¡No es un horror!, justo cuando más tienes que dar, te jubilan fácticamente, pero sin sueldo, no lo olvidemos...

La edad te da perspectiva y seguridad en ti, porque has visto cosas, has comprobado, has experimentado, por tanto sabes perfectamente lo que ves. Así que una vez que gente muy joven se posiciona muy bien en las empresas, bien públicas o privadas, hay que pensar en otra cuestión: una persona sobre los cuarenta conoce sus derechos, no solo conoce su trabajo, por tanto se posiciona ante alguien joven y posiblemente menos experto como un rival, aunque para nada se lo haya planteado de antemano, un trabajador de cierta edad tiene su mente bien orientada, tiene su sabiduría, en mayor o menor grado, y la experiencia es más que un grado.

Sin embargo ante esta óptica se ha de decir que es la gente más joven la que más fuertemente reivindica derechos, el nivel académico, que la titulación adquirida esté de moda y su denominación sea otra en perjuicio de profesionales con mayor carga curricular universitaria…, los hace sentirse superiores a los profesionales con titulación universitaria de otra denominación aunque incluyan una mayor carga curricular, más curtidos desde la propia Universidad incluso, pero la titulación no está a la moda, no es la línea política que se sigue en contratación; incluso hay veces en que ni siquiera los seleccionadores saben qué están seleccionando. Parece que nadie se detiene a pensar que cuando nace realmente un profesional es cuando sale de la Universidad y empieza su vida laboral. De los 22-23 años con los que se sale de la Facultad hasta que llega a los 40 una persona pasan muchas jornadas laborales, y en cada uno de nuestros días se aprende algo, mucho más de lo que somos capaces de percibir a simple vista, por tanto la diferencia está establecida. Hay mucha problemática aquí. Esto son agresiones en toda regla de parte de la empresa y sus mandos intermedios y superiores, hacia el trabajador, hacia el candidato al puesto de trabajo, es un acoso laboral que aborta una relación laboral, es tan fuerte la agresión que el contrato ni siquiera se atreve a nacer.

Un trabajador con cierta edad suele tener educación, valores aprendidos desde muy abajo, no sujetos a modas, ni ideologías, los verdaderos valores no entienden de colores políticos; valores que parece que hoy tienden a perderse y no encontrarse; contratar a un mayor de cuarenta no es una amenaza, es una bendición. Contratar a un profesional con experiencia para las empresas realmente es un lujo, puesto que la experiencia no existe como asignatura en ningún programa docente, por tanto es un bien que la empresa adquiere gratuitamente, le viene llovido del cielo, no se entiende el rechazo, es ir contra el éxito empresarial sea éste de cualesquiera de los campos de la economía o de la cultura. La experiencia es previsora con los errores porque ve las situaciones de antemano, comprende las situaciones porque ha vivido mucho, todo ello es una garantía de éxito, de productividad, de calidad. Es un seguro en el campo de la Prevención de Riesgos Laborales.

Pero vienen los problemas, porque generalmente se entiende que no se puede enseñar nada a quien puede ser tu maestro, no se puede dominar a quien es más fuerte que tu; cuanta más edad se entiende generalmente que existe mayor resistencia a los cambios y esto puede revertir en el deterioro de la salud. Y nada más lejos de la realidad de un profesional sobre los cuarenta, y en este estado socioeconómico que mueve nuestro mundo bastante incontroladamente, y donde no existe estabilidad laboral, pues hoy no existen puestos fijos, hasta los funcionarios peligran; todo esto quiere decir y nos ilustra de cómo una persona que empieza a trabajar sobre los 25, cuando llega a los 40-45…, ha pasado por muchas empresas, muchos ministerios, varias Juntas autonómicas, muchos puestos de trabajo en definitiva. Lo que debería ser suficiente para deducir que una persona en esa edad, no solo está dispuesta al cambio, sino que está entrenada para ello.

Vemos devenir la temática en una lucha de poderes, de una parte la experiencia, la sabiduría, la cordura…; de otra parte la fuerza de la juventud que se quiere comer el mundo, le haya hecho algo éste o no, y por tanto puede considerar como un posible opositor, rival, contrincante, problema al cabo, a una persona que lo único que pretende es trabajar, honradamente, y dar de sí lo más que pueda; generalmente un mayor de cuarenta rara vez llega tarde a su trabajo, el rendimiento está asegurado, por tanto a nivel de salario esto debería ir acompañado de una digna retribución. En este estado de la cuestión es muy posible que el trabajador se pueda sentir cuestionado, excesivamente observado, coartado, atropellado incluso, simplemente porque no se delimitan bien las posiciones y se adoptan roles confusos. Y realmente esto no tiene razón de ser, no ha lugar el enfrentamiento, cuando hay buena voluntad, realmente el más joven tiene muchísimo que aprender del mayor, pero el mayor se beneficia de la fuerza tremenda que tiene la juventud en todo su apogeo, de su energía, de su vitalidad. En vez de construir, se opta por otra cosa muy distinta: rivalidad, exclusión laboral, que lleva al deterioro familiar, que lleva a la exclusión social, que lleva a la locura; y es que lógicamente, hay que trabajar mucho para no volverse loco cuando uno está en la plenitud de su vida y lo quieren enterrar en vida.

Hay ejecutivos, -y no ejecutivos-, que apenas empiezan su trayectoria laboral y ya imponen su arrogancia, personal, académica …, y con ello crean un corrupto clima laboral contra el que el trabajador tiene poco que hacer, porque no tiene la sartén por el mango, sino que está dentro de la sartén, que es muy distinto. Pero la ignorancia es atrevida, inconsciente, habría que pararse a pensar que si hoy estás en los treinta dentro de diez años vas a estar en los cuarenta, justo donde esa persona ha puesto hoy el blanco de su diana; y por lo que he tenido la oportunidad de ver, la vida es como un libro, con muchas páginas, pero a veces el paso de una página no significa que sigue el discurso, no siempre es así, a veces, lo que significa, es que se cambia de capítulo, o simplemente que se ha terminado la historia. Es para pensar…

Hay que saber y aceptar plenamente que la diversidad es enriquecedora, y la diversidad no es que “convivan” en un mismo país personas de distintos colores, no, por supuesto que no, es mucho más que eso, la persona no es la apariencia, al menos no solamente, la persona es mucho más, sobre todo es lo que hay dentro del cuerpo, un alma, energía, amor e inteligencia, la diversidad en realidad es la vida. Habrá que vivirla. Y bien, en el sentido de bien ordenadamente, con justo criterio, con honestidad, aceptando a la gente, ello no conlleva más que al éxito, y esto no es tan difícil de entender.

Hay que tener en cuenta que las personas tienen capacidades valiosísimas, cuanto más joven, más en potencia están, cuanta más experiencia, más desarrolladas estarán esas capacidades, que al principio todos hemos tenido en potencia. Por tanto es radicalmente falso que la adaptabilidad a los tiempos y al progreso, al cambio en definitiva, sea algo que se pierda con la edad; un buen profesional, en el mundo inestable laboral que tenemos, donde los contratos duraban años antes y ahora escasos meses, no solo ha aprendido a adaptarse sino que se ha entrenado en la práctica en ello, tenemos una persona adaptable y además muy experimentada en diversos campos, en diversos puntos dentro de su profesión.



Pues no. Estamos en tiempos en que la rentabilidad está mal entendida. Se tiende al trabajo precario, contratos de prácticas, becas, etc., donde lógicamente un profesional en los cuarenta está más que excluido, no van a contratarlo de prácticas porque tiene sobrada experiencia, y casi inherente al concepto de beca es el concepto de formación, así que el profesional con años de servicio queda al margen. Esto es una clara agresión al profesional desde las empresas, desde el Estado mismo.

No se busca la rentabilidad a largo plazo, la rentabilidad real, se busca salir del paso, hacer cosas rápidamente, aunque sean de menos nivel, pero el precio de ese trabajo es infinitamente menor, no se crea vinculación laboral, incluso se establecen contratos de escasísimos meses con lo que son inexistentes los derechos a la percepción posterior del subsidio por desempleo; también contratos indirectos o por servicios profesionales muy determinados y con gran apremio de tiempo. La calidad en el trabajo disminuye, el trato al personal poco o escasamente cualificado es distinto también; si es cualificado y el contrato es precario sucede igualmente. Todo ello lleva una carga psicosocial, unas carencias, un estrés, unos abusos de autoridad, etc. que terminan con cualquiera. El profesional competente y cualificado sufre, profesionalmente y personalmente, se lo está degradando, y no ha hecho nada para que le arranquen los galones, al contrario, es su entorno el erróneo. ¡Qué mal todo!.

Pero todo esto pasa porque se consiente, por qué no se controlan todos los procesos de selección, privados o públicos, no se aplica el concepto de calidad y excelencia a estos menesteres; eso en cuanto a los concursos, pero sucede que las oposiciones hoy no son tampoco una garantía de imparcialidad, sino todo lo contrario y esto es de dominio público, pero sigue sucediendo. Una solución sería inspeccionar a las mismas empresas de selección que se responsabilizan de llevar a cabo los procesos. Otra solución cumplir con lo resuelto por el legislador, para qué está la Ley, a veces nos hacen pensar que está para saltársela. Otra solución sería punitiva, si existen irregularidades, infracciones a la legalidad, cómo es que no se persiguen y se condenan. La situación preventiva y socioeconómica de los ciudadanos en realidad no se soluciona porque desde los poderes públicos parece no existir voluntad, porque estas cosas se están permitiendo y continúan produciéndose y me temo que lamentablemente a mayor escala.

Es muy importante saber las competencias con las que contamos, pero también es importante que valoren las competencias que tenemos, el respeto en el más amplio sentido de la palabra es muy importante. Teniendo esto en cuenta podrá ser aplicado exitosamente a un puesto de trabajo, a un cargo, a un empleo.

Se suele decir: “NADIE ES IMPRESCINDIBLE”. PUES ESTO NO ES CIERTO. Todos somos imprescindibles, sobre todo en nuestro campo, en nuestro puesto de trabajo; el trabajo podrá hacerlo otra persona, pero no lo hará nunca como tú. He conocido alguna institución con un buen profesional al que se decidió incluir en una regulación de empleo, un profesional que hizo en pocos años lo que otros no habían hecho en 20, y en más, porque el organismo tiene siglos de vigencia; tras su marcha, tuvieron que cerrar las dependencias que trabajaba y atendía, claro está después de haber dejado todo preparado, mientras los que se quedaron “se pusieron las pilas” y “se hicieron con la situación”, el servicio permaneció cerrado y no por poco tiempo. Eso habla mucho de muchas cosas.

Es verdad, parece que el que paga, manda, pero para mandar hay que saber mandar, no lo puede hacer cualquiera, si no pasan cosas como la recién referida. Son necesarias ciertas cualidades que han de adornar a la persona, no basta la inteligencia, esta puede usarse indebidamente; hace falta experiencia, madurez para afrontar situaciones. Y es necesaria la solidez y la estabilidad para las personas.

Al trabajador en los cuarenta de su vida se lo discrimina, pero esto tiene otras implicaciones. A esto se unen las modas, con lo que el problema se agrava porque la titulación cambia de nombre o de una titulación salen otras ramas nuevas que se hacen fuertes y lo que se demanda es la titulación con su nueva denominación; los que poseen la titulación antigua, al perecer, no tienen ya derecho a la vida.

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