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...Hay que decir que el hecho de ser acosado no implica una debilidad previa de la víctima.
Y no hay que confundir la realidad personal con la imagen que tenemos de la víctima, cuando ya ejerce de tal, la víctima como la persona que queda después del acoso, personas que cuando pasan a ser blanco del acoso se convierten en débiles; pero porque están afectadas, pero en realidad no lo son, si lo fueran realmente, habrían cedido antes o después a las pretensiones del acosador, que establece una lucha de poder con ella, aunque una lucha unilateral; porque la víctima, en principio, ni repara en la persona del acosador, que podrá actuar solo o en grupo; no por manifestarse solo deja de poder considerarse como acoso porque no existe concurso de otros, el concurso de otros puede o no existir, el acoso se establece independientemente del grupo anexo, aunque indudablemente, si existe, contará con él para manipularlo a su antojo y en su beneficio; por lo que es una verdadera vergüenza que el grupo, -que adopta la personalidad de un rebaño de oveja-, se deje manipular, por cobardía, por conveniencia o por complicidad activa o pasiva, pues recordemos que la omisión y la inhibición en determinadas ocasiones, puede ser sinónima de delito, porque estamos ante hechos delictivos. No lo olvidemos, un delito, luego el acosador es un delincuente, y su cómplice otro.
Los acosadores suelen ser personas cobardes que, cuando la víctima les planta cara con seguridad y les demuestra que se les va a hacer frente, cortan con los malos tratos, porque quieren obtener placer pero sin asumir muchos riesgos. De todas formas existe otro tipo de acosador que para nada es cobarde, es osado y atrevido y carece de principios morales y éticos, lo que le emborracha inhibiéndole y le obnubila porque pierde la perspectiva de toda referencia moral y/o ética frente a su víctima, en un afán de reafirmarse y reconocerse como “persona” o “personalidad” válida pues entiende que es superior porque “puede” con la víctima. Todo un trastorno psicológico. Esto pasa en la sociedad competitiva en la que vivimos, individualista, insolidaria, inhumana y sin conciencia social real.
El Efecto del Acoso en las Víctimas es de todas todas muy negativo, se deja sentir en sus relaciones sociales que se resienten con conflictos y en la desgana de la víctima para atender encuentros sociales donde el acosador podría aparecer, y en general desgana por atender a las relaciones sociales, la víctima está cansada por dentro, no tiene ganas de nada, pero que de nada.
Como resultado del acoso, las víctimas pierden tiempo tanto en trabajo como en estudios porque la cabeza no les deja de dar vueltas, buscando una explicación a tantos desmanes o por una definitiva pérdida de concentración y de confianza en sí mismas; buscan alejarse del problema y pueden decidirse por un cambio de trabajo o de centro.
Generalmente la víctima además de no encontrarle solución al problema advierte que sus acciones, sean cuales sean, no logran sino empeorar la situación; y esto, fundamentalmente, porque el acosador de ninguna manera quiere una solución, el problema lo ha creado él con un fin, deshacerse de la víctima, por supuesto no va a dialogar ni a pactar nada con ella, a menos que sea en términos de dominación, ese sí es su objetivo: reducir a la víctima, que no es sino un objeto pasivo de su admiración, pero la envidia enturbia su visión y en vez de admirar lo que hace es atacar lo que no puede alcanzar.
Esto se da en cualquier tipo de trabajo, y en la docencia se puede establecer una relación de admiración-rivalidad por parte de determinados miembros del alumnado con respecto al propio profesor, que puede con suerte, reconducir la situación, acudir a la dirección, o decidirse por la renuncia. La mayoría de las víctimas de acoso no sabrán por qué actuaciones determinarse para terminar su victimización, para solucionar el problema. Pero dos no pelean si uno no quiere, y lo mismo, dos no se avienen si uno no quiere, y en el caso del acosador inherentemente a su condición está la negativa al acuerdo. Y así la víctima vivirá el conflicto con temor a que el próximo ataque sea peor que el anterior, porque si no se ataja, el acosador se crece, y puede llegar hasta límites insospechados. Pero por otra parte el acosado es un ser social, pacífico, educado, civilizado; el acosador aunque pueda aparentar educación e incluso sutileza, cree que vive en plena selva, a las leyes que se ajusta no son las consensuadas socialmente, sino las suyas propias, las que él mismo impone, y a las que el acosado no se permite rendirse, y esto es precisamente el motivo de su calvario.
Estamos viendo que el mobbing es el acoso psicológico en el trabajo y que tiene el objetivo de destruir la estabilidad psicológica de una persona gratuitamente, a través del descrédito y se manifiesta cercando, acosando grupalmente, de tal manera que la víctima se vea señalada, acorralada y no pueda defenderse, porque los testigos de repente se convierten en mudos, testigos pasivos que permiten el descrédito, tortura y destrucción de una persona empezando por su moral, por su espíritu, para llegar a somatizar y crear en el objeto pasivo verdaderos padecimientos físicos; ni tampoco explicarse, ya que el descrédito en el que la han sumido ha desvalorado sus palabras y su criterio, aunque sea el correcto, y llegue a carecer de valor alguno.
El aislamiento al que la víctima quedó sometida traerá sus consecuencias, no solo laborales como por ejemplo la posible claudicación de sus sistemas de afrontamiento o posibles despidos, jubilaciones anticipadas, invalidez, la exclusión del mundo laboral, alteración del equilibrio socioemotivo y psicofísico de la víctima, problemas psicológicos varios que pueden llegar hasta el suicidio o accidentes laborales cuando menos, con resultado de muerte o no. Si el principal objetivo del acosador es que la víctima desaparezca del ámbito laboral, vemos con lo anteriormente dicho que realmente en muchas ocasiones lo consigue hasta literalmente; y esto como “castigo” a no sometimiento.
Y la empresa también queda castigada, el no afrontar positivamente el problema también traerá consecuencias para ella, para la organización, pues tendrá que afrontar la pérdida de los trabajadores más brillantes y con ello se expone a un descenso de la eficacia por el mal clima laboral reinante, un contexto tóxico y expansivo, también la desaparición de la eficiencia por la extensión de la mediocridad técnica y humana.
Para afrontar la recuperación ha de lograrse la desactivación emocional, desconectar emocionalmente, dejar de captar tantas emociones, difícil sin duda; y haber superado el conflicto haciéndose fuerte ante él y volver a experimentar ilusión por vivir, saber que existe una vida, que puede ser hasta feliz, después de un caso de acoso. A veces la vida nos depara sorpresas muy gratas, pero hay que pasar página y vivir, sentir, seguir creciendo personalmente, sin que ningún indeseable se interponga en nuestro camino, por eso es fundamental cambiar de ambiente; un cambio de tercio, que aparentemente puede ser considerado por algunos como una derrota, lo que puede significar es una inmensa victoria, con la seguridad de que una vez superado el caso, la víctima se habrá fortalecido y madurado y se puede proyectar hacia el exterior, si quiere exponiendo incluso su experiencia, con el objetivo de abrir los ojos de otras personas a la realidad candente de un pobre, miserable, mundo y ambiente laboral general. La mediocridad laboral es promovida por la envidia del acosador; esto se combate creando un clima laboral sano, educando a la gente, concienciando y aplicando políticas de RSC o Responsabilidad Social Corporativa.
Para las víctimas de acoso este hecho supone un impacto negativo significativo en sus relaciones sociales. El acosador crea conflicto en las relaciones socio-laborales de la víctima, y en la mayoría de los casos el motivo son los celos profesionales o personales. Las víctimas suelen presentar o sufrir conflicto en sus amistades como resultado de ser acosadas; de este modo el conflicto suele sustentarse en la desgana de la víctima para atender las relaciones sociales que el acosador podría frecuentar, y la frustración del amigo surge al creer que la víctima no estaba desalentando suficientemente a su acosador@.
El acosador se sitúa fuera del tiempo, no es acosador sobre un objetivo determinado en un momento determinado, si esto fuera así el acoso tendría la posibilidad de expirar algún día; por el contrario el acosador lo es en el tiempo, va más allá del aquí y ahora, lo será por años, y si la víctima desaparece de la cercanía del acosador, si vuelven a coincidir por circunstancias de la vida en el mismo puesto de trabajo, con muchísima probabilidad la víctima volverá a ser acosada por la misma persona. Y como en el caso de la violencia de género, muchas de las víctimas vivirán con miedo perpetuo a volver a verse acosadas o asaltadas físicamente, psicológicamente, sexualmente o temer incluso por su vida, en el caso de la violencia de género, muy desgraciadamente esta última aseveración llega a consumarse con penosa frecuencia.
Hay que decir que así como no hay una típica víctima, si existe una personalidad definida de acosador@, que siguiendo a Marie-France Hirigoyen, en su obra “El acoso moral”, sería un conjunto de características que confluyen de forma determinante tales como aquel sujeto que tiene una idea grandiosa de su propia importancia, que le absorben fantasías ilimitadas de éxito y de poder; que se considera especial y único; que tiene una necesidad excesiva de ser admirado; que piensa que se le debe todo; explota al otro en sus relaciones interpersonales; carece de empatía aunque pueden ser muy brillantes socialmente; puede fingir que entiende los sentimientos de los demás; y tiene actitudes y comportamientos arrogantes. Añadimos que suelen ser personalidades muy agresivas y competitivas. Maltratadores sistemáticos, más psicológicos que físicos.
El maltrato psicológico se basa en comportamientos intencionados, ejecutados desde una posición de poder, legal o autoatribuido, y encaminados a desvalorizar, producir daño psíquico, destruir la autoestima y reducir la confianza personal. Su padecimiento lleva a la despersonalización, al mismo tiempo que genera dependencia de la persona que los inflige. El maltratador se vale para ello de insultos, acusaciones, amenazas, críticas destructivas, gritos, manipulaciones, silencios, indiferencias y desprecios.
Su incidencia es grande, así como la gravedad de las secuelas que produce, que genera un alto coste social y económico, y supone una degradación de la persona por la violación del derecho de las personas a ser tratadas dignamente y por el respeto que merece la vida los convierten en una cuestión de gran relevancia pública.
No son tan visibles ni manifiestos como los físicos y en muchas ocasiones la propia víctima no es consciente de ellos, pero sus consecuencias pueden ser más graves y duraderas en el tiempo.
Las agresiones continuadas, tanto verbales como no verbales expresadas por medio del silencio, la indiferencia, los gestos…, crean una relación oscura de dependencia entre el maltratador y la víctima; e inexplicablemente ambos roles beben el uno del otro; la víctima siente que no es nadie y el miedo y la angustia la paralizan, un proceso destructivo en el que va perdiendo la confianza en sí misma y la capacidad de respuesta, se va anulando; y el maltratador se siente que es alguien a través de la dominación que ejerce sobre la víctima. La situación de dependencia es tal que la víctima termina protegiendo y disculpando al maltratador en ocasiones, es como una asunción del Síndrome de Estocolmo.
Defiende Hirigoyen que los narcisistas tienen algunas características propias de los paranoicos aunque no lo son, pudiendo presentarse como moralizadores dando incluso lecciones de rectitud a los demás; los caracterizaría una gran rigidez psicológica, obstinación, intolerancia, racionalidad fría, dificultad para mostrar emociones positivas y desprecio al otro; se muestran desconfiados y temor exagerado de la agresividad ajena, sensación de ser la víctima de la crueldad del otro, celos, suspicacia; y suelen hacer juicios equivocados, interpretando acontecimientos neutros como si fueran adversos.
Muy importante es como detectar al agresor ya que la imagen que proyecta hacia el exterior es bastante positiva, y aunque su intención es causar daño, generalmente no es consciente de todo el daño laboral, físico y psicológico que puede llegar a causar. Pero una clave importante es que estos agresor@s no se centran en sujetos serviciales y disciplinados, siendo la envidia por los éxitos y los méritos de los demás, el miedo a perder determinados privilegios lo que desencadena su agresividad y todo un rosario conductual de acoso procedente de la codicia, irritación rencorosa, que se desencadena a través de la visión sui generis de felicidad y de las ventajas del otro; y todo ello le empuja a eliminar de raíz cualquier posible obstáculo que entienda se cruza en su camino.
Las víctimas del mobbing no tienen por qué ser personas débiles o con una deteriorada salud psicológica, ni personas con rasgos diferenciales marcados o que presenten dificultades a la hora de relacionarse socialmente; por el contrario, y generalmente, las víctimas se destacan involuntariamente, inconscientemente, siendo blancos perfectos a los ojos del agresor, y el enfrentarse directamente al acoso las hace especialmente atractivas para el acosador@ porque para él suponen un reto.
Cualquier persona en cualquier momento puede convertirse en una víctima, basta únicamente con ser percibida como una amenaza por un agresor potencial y encontrarse en un entorno favorable para la aparición de este tipo de fenómeno. Iñaki Piñuel en su libro “Mobbing” explica que las víctimas suelen ser profesionales brillantes que despiertan admiración entre sus compañeros, bien considerados dentro de la organización. Por eso despiertan celos en los mediocres.
Como la posible víctima se significa laboral y socialmente el acosador necesita buscarse recursos para aplastarla, por eso mentirá, desacreditará y la enfrentarla al resto del grupo; intentando granjearse el concurso y apoyo de los demás, aunque participen con su omisión, que también es una forma de participar, y nada pasiva, la omisión es una práctica muy violenta, de sus consecuencias deduciremos su gravedad. Por eso la imagen que pretende proyectar el acosador de su víctima tiene muy poco que ver con la realidad, pretenderá descargarla de valores y presentarla como poco inteligente, mediocre, holgazana, siendo en realidad todo lo contrario, inteligentes o muy inteligentes y/o muy trabajadores, se sitúan por encima del resto de alguna forma; su inteligencia o/y su preparación pueden llegar a cuestionar sistemáticamente los métodos y formulas de organización del trabajo que les vienen impuestos o los que pretende imponer el acosador@; por ende, envidiables a los ojos del maltratador@, que llegará a envidiar incluso las condiciones favorables de carácter extralaboral de la víctimas como vida social y familiar, consideradas como satisfactorias desde la óptica del acosador, aunque puede incluso que esto no corresponda a la realidad, todo lo tamiza y proyecta el acosador desde su prisma particular.
Todo esto va minando a la víctima que quedará afectada en el tiempo, su padecimiento personal no va a terminar con el alejamiento de ese tóxico ambiente laboral; presentará manifestaciones diversas que pueden responder a diversas patologías interconectadas, patologías psicosomáticas como dolores y trastornos funcionales, estrés, dificultades de atención, concentración y memoria, miedo acentuado y continuo, que no termina saliendo del puesto de trabajo; irritabilidad, sentimientos de amenaza y ansiedad; desarrollará inseguridad, torpeza, indecisión, conflictos con otras personas e incluso familiares; será presa de la depresión, disminución de autoestima, miedo al fracaso, reacciones paranoicas, agravamiento de problemas previos trastornos y enfermedades, y somatizaciones múltiples y trastornos orgánicos como palpitaciones, temblores, desmayos, dificultades respiratorias, gastritis y trastornos digestivos, pesadillas, trastornos del sueño; se disparan los mecanismos de alerta de la víctima, que estará vigilante y en tensión constante; sufrirá frecuentes dolores de cabeza, espalda…; como trastornos emocionales como el sentimiento de fracaso, impotencia, apatía, frustración, infravaloración, desgana o apatía y baja autoestima; trastornos en la alimentación; adoptará comportamientos sustitutorios como adicciones o conductas de evitación, la víctima tenderá a evitar aquello a lo que en cierto modo teme, adopta así una conducta de evitación, de no afrontamiento y con ello la persona cada vez devendrá a peor, cada vez tendrá más fobias y temores, siendo presa de la indefensión y llegando en casos extremos al suicidio.
Los daños fisiológicos han sido valorados por la Técnico de Prevención de Riesgos Laborales Elisa Boberg, estimando:
- La tensión emocional aumenta el riesgo de infarto de miocardio.
- Subidas bruscas de tensión, con riesgo de accidente vascular.
- Agravamiento de la diabetes.
- Reduce la producción de andrógenos y estrógenos así como el interés sexual.
- Inhibe el sistema inmune, lo que puede propiciar el desarrollo de enfermedades como el cáncer.
- Estimula comportamientos poco saludables: tabaco, alcohol, anorexia…
Con respecto al entorno social las víctimas se tornarán muy susceptibles, hipersensibles a la crítica, desarrollarán desconfianza y aislamiento, evitación, retraimiento, o agresividad y hostilidad como manifestaciones antisociales.
La vertiente laboral se afectará de malestar en las relaciones laborales, pérdida de ilusión e interés por los proyectos comunes, accidentabilidad por negligencias o descuidos; se produce un lento deterioro de la confianza en sí misma y en sus capacidades profesionales por parte de la víctima; la víctima deberá cargar también con la estigmatización social en los sectores de actividad laboral próximos. Y también la empresa se verá afectada en su reputación por no atender y gestionar debidamente un problema de magnitud tal. En muchos casos, el mobbing persiste incluso después de la salida de la víctima de la empresa, con informes negativos o calumniosos a futuros empleadores, eliminando así la futura empleabilidad de la víctima, esto supone en realidad un mobbing doble.
La vertiente familiar se verá afectada de agresividad e irritabilidad , desplazamiento de las responsabilidades y compromisos familiares, trastornos médicos y psicológicos en otros miembros de la familia, y afectación de la afectividad y sexualidad que puede devenir incluso en separación matrimonial. Desarrollo de la culpabilidad en la víctima, la propia familia suele cuestionar su comportamiento, y así la víctima llega a verse en la creencia de haber cometido verdaderamente errores, fallos o incumplimientos.
Iñaki Piñuel sugiere para romper el círculo del “mobbing” que lo primero que hay que hacer es que la persona se convenza de su propia inocencia. No ha hecho nada para merecer eso. Tiene que hacer frente a la situación utilizando una estrategia inteligente y asertiva; deberá buscar apadrinamiento entre las personas del entorno, algo difícil porque los compañeros son testigos mudos de lo que pasa; y actúan como si no fuera con ellos, como si en realidad no les afectara. La víctima tiene que lograr el apoyo de la familia, de la pareja. La relación de pareja puede entrar en crisis porque la irritabilidad que provoca el acoso se proyecta sobre el cónyuge y sus hijos y porque el desconocimiento del tema por parte de la pareja produce una segunda victimización en casa:
“Algo habrás hecho”. Es muy importante la asistencia psicológica especializada, y es muy difícil para la persona salir por sí misma adelante. La recuperación definitiva de la víctima suele durar años y, en casos extremos, no se recupera nunca la capacidad de trabajo.
Fundamentalmente lo que la víctima va a necesitar, dado lo vulnerable de su posición, es ayuda y justicia, comprensión, afecto, consejo; su salud se verá tanto más afectada cuanto menos apoyos reales tenga en el ámbito laboral, social y familiar. De todo esto se infiere que un caso de acoso laboral no afecta solo a una persona sino que tiene trascendencia social, pues igualmente se ven afectados la empresa, los compañeros, amigos y familiares. Pero de todas formas las consecuencias son devastadoras para la víctima, quien se pregunte que por qué no abandona su puesto de trabajo, que se responda si él mismo lo haría, es su trabajo, su realización personal, la víctima disfruta con su trabajo lo que se le hace irrespirable es la energía negativa que proviene de parte del@ acosador@. Los tentáculos del acosador@ llegan igualmente a afectar a la víctima de forma profesional, quienes no conozcan el caso pueden llegar a dudar de la víctima, incluso si conocen a la víctima dudarán, por lo que esta se ve afectada profesionalmente, no solo en su crédito personal sino también profesional. A raíz de aquí posiblemente la víctima empeore profesionalmente o se estanque cuando menos confirman los estudios de Knorz y Zapf; y no hay que olvidar que la víctima por fuerte que sea se ve disminuida en su proyección social y por ende laboral, le falta realmente confianza en sí misma y el mercado laboral marca tendencias muy agresivas; todo esto se traduce en una exclusión del mundo laboral. Un profesional cualificado o no, con una amplia experiencia en su sector se encuentra que tiene que empezar de cero pero, por lo general, en los cuarenta de su vida, lo que se empeora a medida que avanza en edad.
También hay que tener en cuenta que generalmente las víctimas de acoso laboral superan los cuarenta con lo que eso conlleva, dificultad para una reubicación por los problemas de empleo que España tiene pre, crisis, y los tendrá post-crisis con mucha probabilidad, la víctima tiene lo que vulgarmente se dice “plomo en las alas”, su padecimiento ha disminuido sus fuerzas, pese a que es joven, no tiene ya la fuerza -más psicológica que física- con la que contaría de no haber estado sujeta a este padecimiento; además se hace más vulnerable, no débil, pero sí es cierto que sí más vulnerable, le afectan más las cosas y se enfrenta a ellas con disminución en sus fuerzas. Estamos pues ante lo que Leymann y Gustafsson en 1996 definieron como Síndrome de Estrés Postraumático SSPT que es padecido por la víctima a causa del acoso, siendo estás generalmente mayores de cuarenta años, infrecuentemente menores a esta edad.