El concepto surge en Estados Unidos en la década de los años 60 como parte de las estrategias gubernamentales para luchar contra las desigualdades, atendiendo fundamentalmente a las de carácter laboral, que sufren diversos colectivos por razón de su sexo, su raza, su origen, su religión, etc.
El Comité para la Igualdad entre mujeres y hombres del Consejo de Europa se pronuncia definiendo este concepto como las "estrategias destinadas a establecer la igualdad de oportunidades por medio de medidas que permitan contrastar o corregir aquellas discriminaciones que son el resultado de prácticas o sistemas sociales".
Según Alfonso Ruiz Miguel, la discriminación positiva, que llama discriminación inversa "es una forma de diferenciación para la igualdad". Todo tiene sus inconvenientes. No deja de ser una discriminación.
La idea de este autor es optar por la palabra inversa, en la medida en que ésta alude "a la inversión de una discriminación precedente, mediante una discriminación de signo opuesto".
Ruiz Miguel diferencia entre discriminación inversa o positiva, con respecto de una acción positiva o afirmativa; señalando que éstas últimas "son medidas menos drásticas y radicales que aquellas que tienen un carácter discriminatorio y no simplemente desigualitario y que además se producen en una situación de especial escasez lo que implica perjuicios a otras personas.